El pasado fin de semana hemos comenzado la campaña de La Llamada de Cthulhu (¡Ia´Cthulhu Ftang’!) que pomposamente he denominado La Maldición de los Pilocoyán. Algo de trabajo me llevó investigar, adaptar y escribir, aprovechando además algunas de mis notas e investigación sobre ese pueblo indígena de la séptima región para la historia de De Profundis que juntaba polvo entre medio de mis manuales, notas de campo, planos de dungeons y cuentos escritos o inacabados. De hecho, como ya llevo gran parte de un relato corto que está casi terminado, estoy utilizando esos recursos, y quién sabe, tal vez el propio grupo de juego me dé nuevas ideas para un buen final –o para varios finales- Cuando se trata de horror lovecraftiano, cualquier cosa puede pasar.
Quien me conoce sabe de mi fascinación y admiración por el escritor y caballero de Providence, por lo que se comprende mi alegría. Pero bueno, estoy contento no sólo por el gusto personal de volver a narrar este juego, sino por el simple hecho de jugar y por ver cómo el grupo sigue poco a poco creciendo, diversificándose y gestando nuevas aventuras… aunque aún nuestra organización puede parecer algo caótica desde afuera, sin dudas se ha avanzado y se sigue avanzando en el ánimo de promover y disfrutar este hobbie tan sencillo y tan complejo que es el crear historias.
Lo que de una u otra manera me lleva a lo que motiva este post. La nostalgia de la fantasía. Efectivamente, leyendo algunos artículos y conversando con un par de colegas de ñoñerías, le dábamos la vuelta al hecho de que cada día van apareciendo nuevos autores, nuevos títulos y sagas, juegos de rol, videojuegos, series de animación y un largo y delicioso etcétera… años atrás, apenas si se vislumbraba algo de capital cultural en este apartado rincón de Chile. Pero con el tiempo eso ha ido cambiando enormemente, lo que en mi humilde opinión es un alivio, aun cuando todavía falta por estimular a las nuevas generaciones e insistir con temáticas básicas como la reducción del impuesto al libro y la creación de políticas públicas que nos ayuden a generar un verdadero ocio de calidad…
Pero bueno, no es ese el punto al que quiero llegar hoy, sino al de la nostalgia. Como decía, cada tanto aparecen nuevos materiales y textos, pero curiosamente siempre me encuentro retornando a algún viejo lugar –y sé que no soy el único en ello-, que con su aire fantástico me llama una y otra vez, como si fuera el canto de una sirena, que me lleva a un punto a medio camino entre mi infancia y mi madurez…
Daré el ejemplo que creo más fuertemente grafica este punto… he disfrutado a rabiar la tercera temporada de Game of Thrones, he leído los libros de Martin y paladeado cada personaje y sus matices, he evocado sus paisajes y su cultura, las batallas y las emociones… gocé con Eragon y toda la saga de Christopher Paolini, sintiéndome un Jinete de Dragón más, compartiendo con elfos, enanos y úrgalos, pero…
Y ese es el punto…
Miraba mis libreros unos días atrás y tras unos instantes de dudas volví a ese texto roñoso y avejentado, mil veces parchado y reencuadernado hasta decir basta, recogí y revisé nuevamente el orden de sus páginas, las cuales hace muchos años ya que se encuentran irremediablemente despegadas. Y una vez más volví a comenzar la lectura de La Comunidad del Anillo, del Profesor Tolkien.
Una y otra vez voy a distintos mundos, viajo por el horror, la fantasía, la gloria del combate y la magnificencia y belleza de múltiples reinos y autores, pero la amada Tierra Media una y otra vez vuelve a llamarme, como una madre o una amiga dulce y misteriosa, siempre con nuevos caminos y aventuras para recorrer… los mismos diálogos, las mismas páginas, el mismo final de cada capítulo leídos no menos de 30 veces… y el mismo placer expectante, curiosidad y asombro… todavía me rio con las canciones de Tom Bombadil, me aterro en la Cima de los Vientos y me emociono casi hasta las lágrimas con el Valaquenta y el Ainulindale, ambos textos del querido y no menos ajado Silmarillion…
Lo mismo me pasa con el terror. Leo autores, veo películas y series, exploro en mi propia psique buscando las sombras más oscuras y perversas, pero vuelvo una y otra vez al maestro Lovecraft. Una y otra vez escucho el viento gemir entre las Montañas de la Locura, y veo las ciclópeas puertas de la guarida del Gran Cthulhu abrirse… siento el asco al ver las facciones de los monstruosos engendros de la Sombra Sobre Innsmouth y huelo el maligno hedor del Horror de Dunwich…
¿Qué será aquello que me ata y me lleva de vuelta una y otra y otra vez a esos viejos ejemplares, pirateados, escaneados malamente y roídos por el uso y el abuso de un lector enamorado de sus letras? Digo esto con responsabilidad y mi mujer es testigo fiel y paciente de lo que escribo, sonriendo cada vez que vuelvo a tomar mis viejos volúmenes y comentando quedamente “otra vez el mismo libro?... pero si ya lo has leído tantas veces…”
Con todo lo dicho, no quiero parecer pedante, ni ponerme en una supuesta posición de letrado, sino que simplemente intento transmitir de alguna manera la pasión y el amor que he sentido y siento por esas historias, las alegrías que me han traído y lo potente que es cómo ellas me han acompañado a lo largo de mi vida. Y no, no han reemplazado mi vida “real” con fantasía, sólo han sido un refugio, mi propia Rivendel, donde puedo, cada vez que quiera, sentarme a leer, cantar, pensar o simplemente reposar junto al fuego. O una agradable mezcla de todas esas cosas… sólo espero que más personas puedan compartir algún día esta dulce experiencia que nuestra propia imaginación nos permite vivir… la experiencia del retorno y la fascinación de la creación fantástica.
Gracias Profesor Tolkien y gracias Mr. Lovecraft por las fantasías concedidas…
Es un deleite leer su relato sobre su vida y su nostalgia colega, me parece bastante relevante y bella, creo que si bien, nuevas obras y nuevos talentos puedan aparecer, al igual que nuevos mundos ficticios y horrores, los clásicos son los clásicos, y no por nada, son maestros, cuyas obras son re-escritas y re-interpretadas cada vez que los re-leemos, cada lectura es un nuevo viaje y es necesario por respeto a nuestra propia historia, ya sea como ceremonia de redefinición o como simple y complejo deleite de reconstitución de nuestra identidad.
ResponderEliminarTus reflexiones me hacen pensar sobre la relevancia de la imaginación...
Un gusto leerte colega, estaré al tanto de tu blog. Gusto jugar contigo.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarApenas soy un novato en esto del rol. Sin embargo, debo confesar que cada vez que participo en una mesa no puedo evitar imaginarme cada suceso. Es probablemente un poco incomodo, tal vez irracional pero es una de las sensaciones que me hacen seguir adelante como un miembro más de estos envolventes relatos. Esperemos mi cabeza no me lleve más allá de la ficción que representan estos diálogos fantásticos. Esperemos que en especial la Llamada de Cthulhu se apiade de mi cordura y de la poca sanidad mental que me va quedando. Gracias César!
ResponderEliminar