"No temas a la carne ni
tampoco la ames,
si la temes ella te dominará;
si la amas ella te devorará"
Evangelio de Tomás
Me quedé esperándote... el
reloj de muralla aullaba como un campanario y mis venas poco a poco se
acomodaron a ese ritmo. La ambiciosa oscuridad poseía todos los rincones de
nuestro cuarto y mi imaginación se disparaba con paranoias hacia cada trozo de
negrura. Te estaba esperando y tú tardabas, te hacías esperar
desagradablemente, precisamente en el día de nuestro aniversario.
Comencé a contar ovejas,
pero era demasiado aburrido así que opté por contar chanchos e incluso osos
panda... tampoco fue muy efectivo, al revés, me hacía reír. Luego prendí el
televisor, saqué mi guitarra, lápiz y papel y traté de componer una canción o
escribir algo, para después regalártelo y robarte así una sonrisa... traté de
llenar el silencio que dejó la falta de tu voz, pero nada, mi cerebro no
responde, no coopera, se quemó.
Mi estómago empezó a sonar
de hambre y tuve que ir a la nevera por algo de comer. Al pasar, veo tus ojos
que me miran desde su frasco de cristal, junto a la mermelada. Abro el freezer
y beso tus labios helados, rodeados de escarcha, hamburguesas envasadas y
congelados de verduras. Acaricio tus cabellos gélidos y les despego una pata de
pollo que el hielo empezó a pegar en tu oreja izquierda.
Incluso muerta te ves tan
bella, tan hermosa... es tan sensual saberte mía, cada uno de tus trozos, cada
uno de tus órganos, cada gramo de tu carne me pertenece y puedo disponer de él
cómo yo quiera... claro que otros podrían criticarnos, a ti por sometida y a mí
por psicópata, pero es que ellos no entenderían nuestro amor, lo profundo de
nuestra pasión y de nuestro deseo, lo inmenso de nuestra dulzura, caricias de
cuchillo y terciopelo...
Sólo tú lo entiendes, porque
conoces mi corazón y sabes cuán intensos son mis sentimientos, ¿no?... Y sólo
yo sé lo que en verdad esperabas, lo que querías y sólo mi amor ha sido capaz
de llevarte más allá de la simple imagen y la promesa. Es tan bello amarnos
así, en silencio. Corazones que laten al unísono, mudos, congelados.
Tomo tu corazón helado entre
mis manos y una vez más te siento tan mía acá, junto a mí. Cierro los ojos y
recuerdo cuando lo saqué de tu pecho, aún palpitante y cada latido era un
"te amo", mientras bebía tus lágrimas mezclada con tu sangre que corría
por mis manos. Lo guardo nuevamente y me preparo para meterme a la cama. Pongo
algo más de leña en el fuego y me oculto tras las frazadas con el sabor de la
sangre congelada en mi boca... tu sangre.
Y por fin duermo, pues sé
que al final teníamos razón y cada trozo, cada respiro y cada latido, cada vena
y cada fibra de tu ser son para mí, pues te amo como nadie te pudo amar,
egoístamente, asquerosa y narcisistamente, avasalladora y maltratadoramente,
así como tú me enseñaste, cómo tú pediste, como tu fiel esclavo y sirviente,
eternamente, porque al final…
¿Qué otra cosa podíamos
hacer, sino entregar cada fibra y cada trozo de carne y sentimiento?
Nuestra sed no se calmaría
con menos.
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